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Economía verde, la sostenibilidad en los negocios

El Eima 8 reúne a líderes y especialistas iberoamericanos para debatir los cambios necesarios en el modelo económico que posibiliten la construcción de un futuro sostenible.

Para las transformaciones necesarias en este inicio de siglo, el nuevo modelo económico debe garantizar el trabajo, la vivienda, la educación, la salud y otros derechos fundamentales para los siete billones de habitantes de la Tierra. El Encuentro Iberoamericano sobre Desarrollo Sostenible (EIMA 8), organizado por la Fundación Conama por parte española, se convirtió en un espacio de intercambio de ideas, experiencias y sinergias para el desarrollo de proyectos y negocios entre agentes públicos, privados y organizaciones de la sociedad civil. Según Gonzalo Echagüe, Presidente de la Fundación Conama, la realidad económica global actúa sin límites en un mundo con recursos finitos: “Así no se puede seguir, es necesario dar respuestas a las demandas cotidianas dentro de los límites que la naturaleza impone”.

Los debates han posibilitado el intercambio de experiencias entre los diversos países, principalmente en relación a modelos de gestión y de producción desde un punto de vista más amplio. Esto es importante porque, según el economista Yoshiaki Nakano, Director de la Escuela de Economía de la FGV, los cambios en el modelo y la reducción de los impactos ambientales dependen, en gran medida, de la participación internacional. Además, Brasil es fundamental en esta transición, según el economista, no solamente por la multiplicidad de recursos disponibles, que van desde el potencial hidroeléctrico hasta las reservas del “pré-sal”, sino también por los cambios en los procesos de producción. “Hoy disponemos de 300 millones de hectáreas en pastos, y cerca de la mitad serán convertidos para la agricultura”, estima, “con ganancias sustanciales para la sociedad brasileña y para el país”, destaca.

Ya desde el primer día de debates, la insistencia en este concepto de sostenibilidad se fue consolidando. Así, para Denise Hamu, recientemente nombrada Representante del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) en Brasil, es importante percibir que el mundo ha cambiado, y que la economía que se desarrolló durante el siglo XX ya no es válida para el futuro. Ella explica que el Pnuma realizó un estudio en relación al concepto de economía verde, que servirá de base para los debates de Rio+20 (Conferencia de la ONU sobre desarrollo, que tendrá lugar en el 2012, en Río de Janeiro), poniendo de manifiesto los diez sectores estratégicos para que los cambios económicos ganen escala: agricultura, energía, construcción civil, pesca, bosques, industrias, turismo, transportes, residuos y saneamiento. Hamu explica que los cambios pueden ser hechos con una inversión de tan sólo el 2% del PIB global por año, “mucho menos de lo que se gasta con la crisis financiera global”. Denise insiste en la necesidad de inversiones objetivas en innovación, investigación, ciencia y tecnología, además de un cambio de cultura empresarial y, por último, en las propias personas.

Existen consensos en relación a los objetivos de una economía verde, de manera general, pero las diferencias surgen a la hora de establecer los modelos y las prioridades. Para el sector público, por ejemplo, la economía verde sigue siendo vista como una política ambiental y no como una demanda del planeamiento económico, social y ambiental. Y así se percibe en el debate sostenido sobre la construcción de dicha economía sostenible, visto desde el punto de vista del Gobernador Geraldo Alckmin y, por otro lado, desde el mantenido por el Alcalde Gilberto Kassab, representados en este debate por sus respectivos secretarios de medio ambiente, Bruno Covas, de un lado, y Eduardo Jorge, de otro. Ambos, cada uno en su administración, representan las principales líneas políticas ambientales, sin embargo, aún hay un vacío perceptible para que la sostenibilidad asuma un papel transversal en la construcción de las políticas públicas, lo cual es importante, ya que, según Caio Magri, Gerente de Políticas Públicas del Instituto Ethos, el cambio en el modelo económico debe ir encaminado por medio de políticas públicas que luchen contra la pobreza, la erradicación de las desigualdades sociales, con un fuerte trasfondo ético.

Para Magri, la administración pública es el factor estratégico. Sin embargo, según él, es necesaria la articulación de nuevos polos de administración, ya que algunos sectores están asumiendo proporciones no imaginadas anteriormente en relación a la sociedad y a los estados. Poniendo de manifiesto y según estudios recientes del IPEA (“Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada”), que las 50 mayores corporaciones privadas del mundo tienen una facturación mayor que la de 150 países y que, entre ellas, las tres mayores mueven más dinero que el PIB de Brasil. “La propia Petrobrás tiene una facturación anual mayor que el PIB de Argentina”, resalta Magri. Ante este cuadro, junto con la instabilidad en los mercados financieros globales, Magri ve necesario en el desarrollo del proceso económico transparencia, por medio del enfrentamiento a la evasión de riquezas de los países y mayor claridad en los flujos internacionales de capital. “Se trata de una cuestión estructural”, afirma.

Además, la labor del sector privado en este cambio también ha sido cuestionada, sin embargo y a pesar de ello, algunas experiencias demuestran que las transformaciones tienden a un movimiento difícil de ser impedido. El periodista y consultor Ricardo Voltolini, autor de un libro sobre liderazgo sostenible, explica que hay tres fuentes de presión para el cambio en las empresas: la primera es la escasez de recursos, lo que reestructura inevitablemente el mercado; la segunda es la reglamentaria, donde las leyes obligan a cambiar; y la tercera es la presión del consumidor y de la sociedad. Él se acuerda de una frase de Peter Senge, conferencista sénior del MIT (“Massachusetts Institute of Technology”), que sostiene que la economía se encuentra en el punto “final de la burbuja industrial”, donde extraer, producir y desechar ha sido la base desde los inicios de la revolución industrial, alertando sobre el hecho de que “todavía estamos más próximos a una economía clásica que de un modelo más sostenible de producción y consumo”. De esta forma piensa, que la innovación en el sector empresarial puede ser un fuerte aliado para las transformaciones necesarias. Sin embargo, para que eso tenga una escala con capacidad de impacto, “es necesario invertir en la formación de liderazgos con capacidades diferentes de las tradicionales”, e indica que uno de los “golletes”, es decir, uno de los obstáculos más importantes está en las escuelas de administración y negocios, “que aún preparan líderes que son evaluados por las métricas convencionales de éxito”. Para él, es necesario señalar nuevos valores en el liderazgo empresarial ya que, de otra forma, “estaremos siempre con un discurso desvinculado de la práctica”, explica.

Las transformaciones propuestas por la economía verde son tratadas desde diversos enfoques, si tenemos en cuenta que la crisis que asola los mercados, especialmente en los países europeos, por eso hay quien defiende que puede ser la salida para a la crisis existencial del capitalismo. Para Luis Jiménez Herrero, director ejecutivo del Observatorio de Sostenibilidad de España, es necesario establecer un modelo de desarrollo que no ignore que los recursos naturales son finitos y que los síntomas externos tales como contaminación, deforestación o emisión de gases de efecto invernadero, no sean tratados como irrelevantes en la contabilidad empresarial. “El capitalismo ha sufrido varias transformaciones a lo largo de las décadas, ahora está, nuevamente, frente a los límites de actuación”, afirma. Herrero cree que el desarrollo de un modelo económico con parámetros diferentes, tal y como es tratado en el documento del Pnuma sobre economía verde, es el camino para la reinvención del capitalismo en crisis.

Una crisis que, según Nelton Friederich, Director de Medio Ambiente de Itaipu Binacional, se manifiesta simplemente con algunos datos, como es el hecho de que las 270 personas más ricas, de los 7 billones de personas, tienen más dinero que la suma de las posesiones de los 2,1 billones de habitantes más pobres. Para él, es necesario desarrollar una economía de menor impacto ambiental y de mayor valor social y, para eso, es necesario formar profesionales que salgan de las universidades imbuidos de esos nuevos valores. ¿“Cuántas son las universidades brasileñas que forman bajo esa nueva economía?”, pregunta. Friederich afirma que es necesario que gobierno, sociedad y empresa tengan una visión sistémica de los procesos económicos y asuman una responsabilidad compartida en relación a las transformaciones necesarias.

En cierta manera, esa es también la visión de Ana Leiva, Directora de Fundación Biodiversidad, ligada al Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino de España, para quien la integración de los costes del capital natural en la formación de los precios de los productos es una cuestión vital. Así, defiende que se pueden contar con importantes avances desde la conferencia de Río 92, que el próximo año cumple 20 años, y que será objeto de una nueva evaluación. Leiva ataca con firmeza dos mitos que impiden dichos cambios: el primero es que la protección del medio ambiente es una traba para el desarrollo; y el segundo es que solo los países ricos pueden darse el lujo de proteger sus ecosistemas. Para ella, no hay dicha contraposición en la preservación del medio ambiente, ya que incluyéndola en los procesos económicos, puede representar un nuevo campo de oportunidades para los negocios y para la mejoría del bienestar humano.
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